El maní crece adecuadamente en suelos
profundos, bien drenados, ligeramente ácidos,
donde pueda desarrollar un amplio
sistema radicular.
Los suelos sueltos, con bajos porcentajes
de arcilla, son los recomendados para
maní porque:
1. El clavo penetra fácilmente.
2. Produce vainas de buen tamaño.
3. Se arranca fácilmente.
4. Se cosechan vainas relativamente
limpias.
5. No se forman cascotes difíciles de
separar durante la trilla.
Los suelos muy arenosos presentan la
desventaja de almacenar poca agua y nutrientes
y por lo tanto el cultivo será más
susceptible a la sequía y a carencias nutricionales.
Al secarse el horizonte superficial,
se restringe el flujo de nutrientes a las
vainas, especialmente de calcio, durante
el llenado de granos.